LLANTO POR SER LAURA.

¿Por qué ha de ser Laura el nombre que el azar
se ha antojado que lleve colgado a mis oídos?
Laura, el nombre
de un ave de rapiña
que vuela alto y lejos
pero no es fuerte como el águila
ni hermosa como la gaviota
ni cara de inocencia cual paloma.
Es de rapiña y sólo de rapiña es.
Y yo, y yo tan tonta, yo tan boba
y sin embargo con el nombre de esta ave de carroña,
de guerra, de embestida,
y yo ni ave de mal agüero llego a ser.
Ni con tener su nombre y compartir su suelo,
ni aun así he podido cultivar la rapiña que deseo.

Algunas veces quiero ser María
o Mariam como fue llamada,
la elegida para la violación divina,
ser María y ser madre del señor
aunque sea hija y esposa y hermana
y esclava del que dice haberme hecho
para su uso y desuso y rehuso.

Y luego me arrepiento
de llevar esa bandera de ser pura
que tantos tropiezos me ha causado
y tantas veces me ha arrastrado
con su viento a la nada más amarga,
a esa nada hedionda,
esa nada nauseabunda y tan tétrica,
hueca, tan vacía de pasión por lo bello
y tan enamorada del sufrir,
con un alma que lo busca,
que busca el sufrimiento
y lo envuelve en brillantes papeles de regalo,
pensando que bien me lo merezco
cuando sabe que no.

Y es el momento en que quiero ser Helena,
la dichosa, la infiel esposa de Menelao
y amante de Paris,
y sentir que mi infidelidad, mi escape,
mi repentina huida del trono del honor
contra uno de pasión y de húmedo pecado
un día habrá de otorgarme esa felicidad que tuvo ella,
la dicha de llevar el nombre de un país
al que niega y reniega.

Y sólo así, impura, de líquidos manchada,
sucia de deshonor y limpia de pasión,
huir con Paris,
pues, más que la lengua griega
amo pasar mi lengua por las piernas
del héroe del amor que nunca en la batalla ha perecido.
Paris, Paris, Paris, así habrá dicho Príamo
para morir su muerte y preservarle la vida
al hijo inútil por el que Héctor se arrastra ya cadáver
desmembrado en derredor cabe su amada Troya.
Paris, por ti el estómago de Héctor ha quedado colgando
en las puertas esceas,
por ti el voraginoso, el Escamandro,
ha metido entre sus fauces de aguas pinzas,
en sus hornos de líquidas hornillas
los cuerpos quejumbrosos y la sangre de cientos de argivos y troyanos
y ante todo del inocente y grande y grande Héctor
el valiente domador de caballos.

Helena siento que debo ser y no Laura ni María,
porque se paga mejor la obra infiel que la obra de bondad,
la huida mejor que la llegada,
y si victoria hay que esté con los troyanos,
no por Troya sino por el troyano que llevo entre las piernas
y en mi seno se arropa,
que me hace amar su histeria,
esa histeria que con ganancia cambio
por la historia valerosa de los griegos.

Les dejo el nombre para el país a los helenos,
helénicos, héladicos, aqueos, como quieran
pueden usar mi nombre mientras Paris
pueda usar mi cuerpo y me regale la virtud de moverme bajo el suyo.

Tonta yo, que no dejaré nunca de de ser tonta,
De cocinar sin degustar, y fregar sin disfrutar,
y lavar sin andar, y freír sin reír
para quien no me ríe,
para ese hombre infiel que me tira y me fríe.

Y yo misma me digo:
Laura, pobre Laura, que pena yo te tengo
y tengo pena de tu helénico sueño,
y siendo yo misma tú no dejo de sentir
por ti una pena, pena que las noches lagrimea,
aunque tenga que tomarlágrimas prestadas
de tus ojo enrojecido por el llanto,
de tus párpado crecido en el dolor.
Tomo pena prestada a tu trasnoche
que cada noche te trasnocha
envuelta en el aullido placentero
y ajeno de tu hombre en la distancia.
O pena por la plancha ajena con que planchas ropa ajena
o que lavas a un hombre que amanece contigo
pero que te es ajeno,
ajeno a ti, a tu casa, a tu causa y a tu caza.

Laura soy, y aunque no pueda ser más
que una triste Laura tropical,
Laura matinal y deslaurada
de espíritu y de nombre y de carne y flaccidez
y de huesos que me brotan a destiempo
ante la huida feroz y fugaz de la carne estremecida,
que se niega a permanecer perteneciendo
a un cuerpo enjuto adonde falta todo.

Y sueño, y siento que mi sueño de ser un día la infiel,
la lujuriosa esa,
la libertina y libidinosa Helena,
con la H o sin ella, con melena o sin ella,
sueño llamarme Helena aunque sólo yo sea
quien me llame, sin que nadie me llame.

Ser Helena aunque sepa muy bien que por mí
no vendrá el ejército del pueblo de los versos,
que no vendrán por mi aquellas huestes
del pueblo que el pensar nos ha inventado,
el pueblo de los besos,
del excelso pueblo que delira ante lo bello.
Aunque sepa muy bien que por mí no vendrán
los aqueos a que el bronce les muerda
sus muy hermosas grebas,
morder hasta llegar a la sangre y derramarla,
y arrastrar sus sueños, su músculos, sus huesos,
y el honor se deshonre en llantos y alaridos
pidiendo le perdonen del viaje hacia los Hades.
Ya yo lo sé, que por mí no vendrán esos soldados
a perder su valentía bajo el lodo,
a temblar cuando su ojo a la muerte le ha mirado sus ojos,
cuando la espada marcha rauda a pastar en su cuello.

Ser Helena deseo, aunque por mí no vengan los aurigas
temblorosos, valientes y golpeando
con fuerza los caballos de sus carros,
esos dorados carros con que asaltan y matan
al salto de sus crines sopladas por el viento
conduciendo veloz a la belleza
de aquella muerte dulce por su Helena.

Llamarme Helena quiero y puedo
puedo en esta hora postrera en que tendida
en mi cama mortal la agonía no me deja
el sosiego de soñar que Paris me acaricia entre las piernas
o en mis nalgas se duerme.
Quiero ser esa por la que Héctor con gusto quedó fuera,
fuera para morir por la patria que soy yo,
yo la indigna y sucia patria patria manchada en carne y fuego
y de sexo apuñalado y traicionero,
patria vil, patria cuero, pero patria.

¡Ay, déjame, agonía, queda un rato tranquila,
y déjame soñar que la muerte de Patroclo fue por mí,
déjame soñar que el guapo Aquiles abandonó su cólera
y que raudo ha venido a pelear con el río por mí, su Helena.

Y que ha devuelto a Crises su criseida,
Y su esclava a entregado a Agamenón por mí,
a cambio de obligar a la troyana muerte a huir de mis entrañas,
diría Homero, convertida en minúsculo cervato.

Helena quiero ser y soy en esta hora postrera
aunque Odiseo no abandone por mí a su Penélope
ni encuentre a Antea su madre de aquel lado del círculo,
ni su hijo desespere húérfano de mente,
ni Odiseo por mí encuentre todos, todos
los dolores del mundo en el camino de regreso,
y sin que por mí luche con el adolorido, doliente y doledor
el bueno y gigantesco Áyax Telamonio
por los hierros que luciera Patroclo ante la muerte,
cuando alegre tendió la vieja Parca su brazo ensangrentado
por mí, por esta perra que soy, por esta sucia perra
que lanzó su belleza al desperdicio en el lodo extranjero.
Ser Helena en esta hora aunque ni Áyax el menor ni Diómedes
quieran tener principalía, porque no soy la traidora,
la prostituta, la cuero, la asquerosa y lasciva
no la inmortal y la hermosa mujer por la que un pueblo
se abandona a la muerte mientras ella se bebe
en la roja oscuridad la blanca y placentera hiel de los placeres.

Helena me llamo y quiero me llamen
en esta hora de la muerte, aunque digo y repito,
que soy, pobre de mí, la Helena sin sentido y sin razón,
la Laura Helena a la que no vendrá ningún excelso pueblo,
y yo lo sé, lo sé muy bien, que por mí no vendrán
las argivas naves de muchos bancos
con Palas Atenea en su mascarón de proa
hendiendo el libidinoso ponto en uno, en dos, en tres,
en mil pedazos de aguas chapoteadas;
no vendrán a correr el riesgo de ser comidas
por las saladas rubias fauces del Leviatham azul.
Lo repito y repito, que no soy digna,
y por mí el más glorioso ejército no pondrá al sol
el brillo de su espada por salvarme,
ni el más mísero mortal vendrá por mí a llorar,
vendrá por mí a cambiar su vida por buscarme.

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